Carnaval gaditano: La batea

por Mariano del Río

Carnaval de Cádiz. Anarquismo gastronómico

El Carnaval de Cádiz, antiguo como el hilo negro, incorporó hace unos años, veinticinco, sin premio, unos festejos gastronómicos previos al inicio del concurso de agrupaciones, que servían como pistoletazo de salida al calentamiento del aceite para freír el cazón en adobo. Así, el orden cronológico se establecía de la siguiente manera: Pestiñada, Erizada y Ostionada; comienzo del concurso; final del concurso y arranque definitivo de la semana de carnaval propiamente dicha, durante la cual las "....adas", son interminables, tal como recordaba la chirigota ilegal "Los Secuestradores de Melody": ".............Carnaval, carnaval. ¡Que de carajotadas!", que rimaba, evidentemente, con pestiñada, erizada y el resto de todas las "adas".

Durante todo el periodo carnavalero se suceden las "adas", atribuidas a papas, boquerones, galeras, panizas, berza, etc, etc, y este año, por si no había bastante, se incorpora la "dobladillada" de la peña "flamenquito apaleao". Por todo ello, se debe considerar el Carnaval de Cádiz "El País de Nunca Jamás", ya que además de agrupaciones al uso, los huecos libres están ocupados por "adas" sin varita mágica ni alitas en las espaldas, por otro lado inútiles ya que algunos de los organizadores, los "ados", son de tamaño natural y muy cercanos a los gitanitos del Puerto, doble ancho, espejos en las puertas y balcones a la calle, todo en una misma pieza. Ya se imaginarán que tamaño tendría que tener estas alas para elevar tal masa de concentrado de carnaval.

Estas "adas", evidentemente son populares y el aficionado acude a ellas con la sana intención de oír a las agrupaciones que son el meollo de la celebración, pero al mismo tiempo si te regalan unos erizos, unos ostiones o un dobladillo, mejor que mejor, y sobre todo necesario para que no entre a palo seco la botella de manzanilla recién comprada en el colmado, o garaje habilitado, más cercano.

El público en general, se despacha con la botellita de manzanilla, unos bocadillos, o interminables paradas en los distintos baches que hacen el agosto en pleno febrero. Mientras tanto las agrupaciones, y entre ellas los coros, van a un ritmo diferente y su cadencia alimenticia es puro anarquismo.

El coro, circula sobre una batea alrededor de un circuito, y permanece en ella varias horas, cantando y postureando, lo cual implica un desgaste físico importante, y la alimentación es más que nunca necesaria.

La batea es básicamente una plataforma plana rectangular de 2,5 mts. por 5 mts., situada sobre cuatro ruedas de camión y con una lanza en uno de sus extremos, a la cual está enganchado un tiro. Antiguamente el tiro era un par de mulos y la tecnología los ha sustituido por un tractor convencional. Sobre la batea se ha construido un sistema de escalones para situar a las distintas voces, llamadas "cuerdas", y está terminada en su parte trasera por un tabique vertical a modo de "fin de la obra", que la limita e indica al oyente que por ese lado no oirá nada y solo verá el anuncio del patrocinador del coro.

En este artilugio, se sitúan los coristas y permanecen en él, salvo contingencia común, durante unas seis horas, sin dejar de beber manzanilla, al principio, y bebidas irreconocibles en el segundo tercio de la singladura, cuando la lengua ha multiplicado su tamaño, los ojos tiemblan en intenso color rojo y el disfraz luce variados lamparones de chorreo indefinido. Claro está, para permanecer de pie, sin apoyo externo, es necesario neutralizar el alcohol con sólidos comestibles y es en este punto donde comienza "La Gran Buffet". Hay dos tipos de coristas que se suben a la batea. El que va completamente pertrechado y el que convierte el gorrito, prenda imprescindible en un coro que se precie como tal, en gorra, asimilando todo el comestible y bebible que pasa junto a él. Ambos, montan gafitas de sol muy oscuras, peinan hacia atrás con gomina o cualquier grasa adherente, lucen cara afeitada y lo más importante, solo uno de ellos deposita a sus pies una bolsa, generalmente deportiva e impermeable, de viandas varias envueltas en papel de aluminio e incluso gran termo con grifo dosificador de caldo de puchero que su progenitora le ha preparado esa mañana para que el vástago no pase angustias y digiera correctamente las dos o tres botellas de manzanilla que se va a engullir durante el carrusel. Alrededor de las dos de la tarde, se comienza con unas bases de manzanilla a temperatura ambiente que relajan la garganta para enfilar los primeros tangos, marcar a la piba que está en su lado correspondiente de la batea, y a la que le ha dedicado el tango en cuestión, ha saludado levantando el vasito que cuelga de su cuello envuelto en una funda de piel que se trajo cuando fue al Rocío y se la regaló la hermandad matriz de Almonte, y ella ha colaborado aplaudiendo haciendo muecas. La pausa eterna que se produce hasta el siguiente cuplé, le fuerza a meter mano a la bolsa de deportes y abre su cremallera cautelosamente para que no se enteren los artistas que están al lado y que solo han traído un paquetito con apariencia de bocadillo envuelto en aluminio. De la bolsa sale un fuerte aroma a pucherito que rápidamente se extiende por los alrededores y que provoca la curiosidad de la compaña; ¿Eso que huele, que es??. "Es una tacita, solo una tacita de caldo que me han preparado en casa para media tarde". "Po güele que engorda". Con cuidado saca un bulto envuelto en el constante papel de aluminio y lo abre poco a poco dejando entrever unas medianoches de unos cinco centímetros de largas y rellenas de queso de cabrales con salmón ahumado, otras con jamón cocido y payoyo de cabra, otras de jamón de Cumbres Mayores con su tocinito chorreando y empapando a la medianoche, otras de melva canutera en aceite con una fina rodaja de tomate crudo y unas gotas de mayonesa casera, y por último, las de mas abajo del paquete, de foie de oca "martiko" de una latita que compró en el Makro. Elige una de melva y antes de que levante la cabeza observa las manitas lazarillas de los artistas más próximos dispuestas a recibir la caridad de una medianoche, y visto y no visto, se abrió la veda de la medianoche y en un plis plas desaparecen engullidas por los gorras de la misma cuerda. Comienza otro tango, "Atento a la letra, vámonos", sin quitar ojo de la de abajo y mientras canta, otro de los artistas mete mano en la bolsa y saca un paquete que abre y reparte a los más próximos que conchabaos degluten la hueva seca de atún rojo de almadraba, de a 25.000 el kg. sin que el postura se entere. Termina el tango, mira para abajo, nota la bolsa más vacía pero no le da importancia y más manzanilla. Como la medianoche le supo a poco, mete mano a la bolsa y saca el primer bulto que se encuentra, lo abre y aparece un cundi de a cuarto relleno de carne de retinta en salsa de oloroso con cebollita pochada y ajitos dorados. El olorcito inunda las cercanías y el personal corista se vuelve con carita inquisitoria y preguntándose de donde viene ese olorcito a carnecita guisada. "Quillo, arría una mijita pa bajá la manzanilla. Déjame que yo le de el pellizquito" y "raas", el pellizquito es de tres cuartos de bocadillo. El más próximo que aun tenía la boca salada de la hueva de atún, "Déjame darle un bocadito", otra vez "raas", el bocadito acaba con casi todo el cundisito relleno de carne menos lo que quedaba entre el pulgar y el índice que se libra por qué el sujeto grita cuando siente los dientes del peticionario. Con ello solo saborea el pedacito que queda entre los dedos. Otro traguito y la batea que se mueve para situarse frente al "Simango", cuatro de la tarde. La piba de abajo ha desaparecido, el calor empieza a notarse y el alcohol más. Otra incursión a la bolsa, más paquetes, ¡Ay, quieto!, alguien está donando un papelón de tortillitas de camarones de "La Guapa". El cucurucho se mueve entre los artistas haciendo paraditas y recibiendo las manitas de los hambrientos, que son todos. Mucho antes de que lograra ver los lamparones de aceite del papel de estraza, alguien lo arruga y lo tira al fondo de la batea. Las célebres tortillitas de camarones de "La Guapa", famosas por no llevar ni un camarón, han desaparecido a medio camino entre el donante y nuestro desgraciado sujeto. Bueno, nuevo intento en la bolsa, que desde hace tiempo, custodia entre las piernas para evitar las incursiones de los gorras. ¿Qué pasa ahí?, parece que una cajita de gambas va de mano en mano y el rumbo que lleva es el de nuestro sujeto. La cajita sufre las envestidas de todos los que están en el recorrido previsto y cuando llega a él solo hay una gambita que parece sacada de un huevo kinder, esmirriá y colorá como la carita de un componente de la comparsa "pájaros de fuego", que al pelarla se queda en su espíritu. Ya no aguanta más y abre definitivamente la bolsa, donde solo queda el termo de caldo y un paquetito que abre a escondidas de los buitres de al lado. Saca un par de "piononos" comprados el sábado por la mañana a Pelayo del Terraza, y se los mete directamente en la boca sin quitarles el papel, no sea que algún artista de las cercanías huelan el material y acabe con las existencias definitivamente. Más manzanilla, la batea empieza moverse y la gente de a pie no. Algo raro está pasando. La manzanilla está haciendo de las suyas y el sujeto está alicatado como un cuarto de baño de la casa de la "preisler". Es el momento de tomar el caldito para que disipe los vapores de "los herederos de Argüeso". Saca el termo de la bolsa, pone el vasito bajo el grifito dosificador y lo llena. Mientras se lo bebe, el grifito ha quedado un poco abierto y el caldito de mamá se va tímidamente entre los pies del sujeto, el pantalón del que está más abajo y por último desemboca sobre la peluca de una señora que había venido desde Córdoba a ver el carrusel de coros.

Hay que ver lo que se come en lo alto de una batea. Hasta el próximo carrusel.

 Mariano de Río